SGEL. Madrid, 1976. 120pp.
MUERE CON EL SOL
Una vez, quizá tuviera trece años...
Era domingo por la tarde, y fui -no sé por qué- solo al lugar donde tenía mi abuelo una finca. Los pinos, el silencio, los montes, los algarrobos con su misterio negro..., pero sobre todo el silencio me sacó de mí. Viví por un rato eso: sentirme nada. Atardecía. Desaparecían ya las sombras de las hierbas en el suelo; y me sentí eso: como una sombra de brizna de hierba que se funde en la "Oscuridad Silenciosa"*. Se apoderó de mí una angustia y un vértigo sobrehumanos. En las ruinas de la iglesia, en un trozo de reloj de sol, leí una inscripción latina, y la traduje así: Muere con el sol.
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*El autor escribe "Oscuridad Silenciosa" con mayúsculas simbolizando así el misterio de Dios.
"Memorias y otras vidas" (2010) -póstumo-
Ediciones Palabra. Madrid, 2010. 76pp.
PIANO DE VERANO
Porque no era todavía la hora del baño ("¡Todavía no es hora para ir a nadar!"). Porque él obedecía, le pude yo ver a través de las persianas, arrimado al blanco de la pared, luego sentado en la escalera de ladrillos rojos, escuchando...
Llegaban, apoyadas en el aire, las notas del piano. Hasta que fuera la hora mágica del baño, el piano sonaría. Mientras no fuera el encantado momento para ir a nadar, aquella melodía sonaría junto al blanquísimo hiriente, cegador con el sol, sobre los escalones rojos de ladrillo, donde a veces goteaban las sábanas colgadas, agua azul, muy azul de azulete si se les había ido la mano, desleyéndose en el otro azul del aire, las notas, yéndose...
Infantil
“Santa Biblia” (1976), para reeditar.
“El sabio del bosque” (1998) (3ª edición, 2001)
Ediciones Palabra. Madrid, 1998. 64pp.
EL SABIO Y LOS DOS LEÑADORES: TONELATUS Y MILIGRAMUS
Aquel hombre que va por el inmenso bosque no se ha perdido. Es que prefiere cruzarlo en vez de ir de una ciudad a otra por las carreteras. El bosque es más bien largo, aunque también muy ancho; el lado más ancho son las faldas de una cordillera de montañas, y los árboles del otro lado ancho llegan al mar.
Hay una ciudad, Vallaca, en un extremo del tupido bosque; y al otro extremo está la ciudad de Portuja. Ese hombre tiene cosas que hacer en una ciudad y en otra, dicen; por eso va y viene. Pero siempre va de Vallaca a Portuga; nunca al revés. No sé porqué. Dicen los habitantes del bosque que es un sabio, y algo misterioso. Habla poco.
“La habitación maravillosa y otros cuentos” (2000)
Ediciones Palabra. Madrid, 2000. 64pp.
LA HABITACIÓN MARAVILLOSA
Margalata y Pergolote eran dos hermanos. Ella, Margalata y él, Pergolete. Y los dos tenían casi la misma edad: eran dos hermanos muy amigos, mucho.
Su casa no era muy maravillosa, pero una de las habitaciones, sí. En su casa ocurría con frecuencia esto:
-No juegues aquí con la pelota, que vas a romper el jarrón -decía la madre a Pergolete; no se lo decía enfadada, pero se lo decía porque, de verdad, podía romper el jarrón con la pelota.
Y a Margalata le ocurría igual:
-Anda, por favor, Margalata, recoge todas esas revistas y tus recortes y tus tijeras porque van a venir unas visitas...
“El titiritero miedoso y cinco cuentos más” (1996) (3ª edición, 2000)
Ediciones Palabra. Madrid, 1966. 64pp
EL TITIRITERO MIEDOSO
Una familia de titiriteros recorría el mundo de pueblo en pueblo -nunca entraban en las ciudades- y, en las plazas de los pueblos, la gente se reunía para verles actuar. El jefe de la troupe era el padre, y los demás miembros eran tres hermanos y tres hermanas. Tenían mucho éxito con sus números... y, al final de ellos, la gente les aplaudía y les daba dinero.
Luego se marchaban en su carromato a otro pueblo.
Aquella noche, en el carromato, el padre les dijo:
-Se me ha ocurrido otro número, será sensacional si lo hacemos bien.
“Cuentos del mar, de osos, tigres y panteras” (2004).
Ediciones Palabra. Madrid, 2004. 96pp.
AVENTURA EN EL MAR
Kirbú, el marinero, salió aquella mañana con su barca y se hizo a la mar. Había solo, y la mar estaba quieta. Kirbú pensaba en pescar muchos peces para qué, luego, su hijo mayor los metiera en cestas de mimbre y su mujer los vendiera en el mercado.
Todas las mañanas Kirbú se despedía de su mujer y de sus hijos, que le decían adiós desde el muelle con pañuelos blancos.
-Cuando tenga un año más acompañaré a papá, ¿verdad? -decía el hijo.
-Sí, el año que viene irás en la barca con él -le respondía su madre.